Tatiana Maslany
Tatiana Maslany construyó su carrera desde la periferia, lejos de los centros de poder de la industria. Nacida en Regina, Canadá, desarrolló desde chica una pasión por la actuación que fue moldeando con disciplina, curiosidad y una entrega poco común. Esa intensidad, lejos de apagarse con el éxito, se convirtió en el motor de cada una de sus decisiones artísticas.

Una actriz que eligió el riesgo desde el comienzo
Tatiana Maslany nunca transitó el camino de menor resistencia. Nacida en una ciudad del interior de Canadá, sin vínculos directos con la industria del entretenimiento, comenzó a actuar en teatro comunitario desde niña. Su familia de ascendencia polaca, alemana, austriaca y rumana alentó la expresión artística, pero Tatiana no se dejó encasillar: aprendió danza, improvisación, teatro clásico y comedia física con la misma intensidad. El eclecticismo que la caracteriza hoy tiene raíces profundas en esos años de formación intensa, donde la curiosidad era tan importante como el talento.
Un entrenamiento que excede lo académico
Maslany se formó en un entorno en el que el rigor técnico convivía con la creatividad libre. A los 20 años ya había trabajado como actriz de doblaje, había protagonizado películas independientes y había girado con compañías teatrales en Canadá. Su disciplina escénica fue modelada por años de trabajo con la improvisación de estilo Theatresports, lo que desarrolló una capacidad extraordinaria para habitar personajes desde el cuerpo, el tono y el gesto.
Esta versatilidad sería decisiva para el momento que marcaría un antes y un después en su carrera: Orphan Black.
Orphan Black: un experimento de entrega total
Cuando BBC America lanzó Orphan Black en 2013, Maslany se convirtió en la actriz de los diez rostros. Literalmente. Interpretó más de una docena de clones con identidades, acentos, posturas, traumas y vidas completamente distintas. No era una proeza técnica: era un experimento emocional.
Cada personaje fue abordado con una construcción meticulosa, desde lo físico hasta lo psicológico. Tatiana no delegó ni siquiera los movimientos corporales. Helena tenía una marcha desequilibrada, Alison una rigidez compulsiva, Cosima una fluidez relajada. En las escenas en que los clones interactuaban entre sí, la sincronización fue tan perfecta que muchos espectadores olvidaban que era una sola actriz.
La serie le valió un Emmy en 2016 y el reconocimiento de sus pares por un trabajo que desbordaba cualquier estándar televisivo. Pero más allá del premio, la experiencia transformó su manera de entender la actuación: “No se trata de dominar un personaje, sino de entregarse por completo a la lógica emocional que lo sostiene”, ha declarado en entrevistas.
Una pasión que selecciona con precisión
Tras el fenómeno de Orphan Black, Maslany no cayó en el estereotipo de actriz joven atrapada por el éxito comercial. Seleccionó papeles con coherencia ética y estética. En Destroyer (2018), junto a Nicole Kidman, encarnó a Petra, una figura compleja dentro de un mundo de violencia moral. En Perry Mason, asumió un rol que exploraba los vínculos entre poder, religión y carisma femenino, sin buscar agradar al espectador.
También protagonizó She-Hulk: Attorney at Law, donde incorporó una mirada irónica y disruptiva sobre el universo de superhéroes. Aunque el tono era diferente, su nivel de entrega fue el mismo: reinterpretó un personaje icónico sin perder el humor, la política de género ni la conexión emocional.
Activismo y sensibilidad fuera de escena
Maslany es una de las actrices que ha puesto en agenda la discusión sobre el lugar de la mujer en el cine y la televisión. Ha hablado con claridad sobre la necesidad de romper los estereotipos de género en los guiones, sobre los riesgos de una industria dominada por lógicas patriarcales y sobre el poder de las historias como herramientas de representación.
Se ha vinculado a organizaciones que apoyan a mujeres en el cine independiente y ha rechazado roles que no respetaban su visión ética. También ha mantenido su vida privada al margen del espectáculo, protegiendo los espacios que considera genuinos: su familia, sus amistades, su entorno creativo.
Tatiana Maslany: una carrera forjada con decisiones valientes
Cada elección profesional de Tatiana Maslany responde a una lógica interna coherente. Su pasión por la actuación no se traduce en acumulación de títulos, sino en la búsqueda constante de complejidad humana. Su formación es constante, su criterio de selección riguroso y su compromiso con el oficio absoluto.
No busca complacer, sino transformar. No actúa desde el artificio, sino desde la convicción. Y eso, en un mundo mediático saturado de máscaras, la convierte en una figura distinta, una actriz que se permite ser múltiple sin dejar de ser fiel a sí misma.