Brendan Gleeson
Brendan Gleeson construyó una de las trayectorias más sólidas del cine europeo desde una decisión tomada en la adultez: dejar la docencia para dedicarse de lleno a la actuación. Con un estilo sobrio, profundo y comprometido, eligió papeles que exploran la complejidad humana sin artificios. Su vínculo con Martin McDonagh, su formación literaria y su pasión por la música irlandesa completan el retrato de un artista que nunca buscó el estrellato, pero se convirtió en una figura imprescindible del cine contemporáneo.

Una presencia escénica forjada desde la madurez
Brendan Gleeson no pertenece al grupo de actores que iniciaron su carrera en la adolescencia ni pasó su juventud entre audiciones y castings. Su irrupción en el cine llegó cuando muchos otros ya piensan en reinventarse. Antes de debutar como actor profesional, había transitado otro camino: fue maestro de inglés y lengua irlandesa en un colegio secundario de Dublín. Esa etapa educativa no fue un simple antecedente laboral, sino un ejercicio constante de lectura, análisis de textos y sensibilidad por la narrativa. Aquello terminó modelando su mirada sobre los personajes y dotó a su interpretación de un espesor poco habitual.
Recién a los 34 años dio el paso hacia la actuación profesional, lo que no impidió que se consolidara rápidamente como una de las figuras más intensas y versátiles del cine europeo. Su formación teatral previa, sumada a un conocimiento profundo de la literatura, aportaron una base sólida para interpretar personajes complejos y con múltiples capas emocionales.
Una carrera sin atajos
El trayecto de Gleeson se caracteriza por una búsqueda coherente, sin grandes concesiones a la fama por sí misma. Desde sus primeras apariciones en cine —como en The Field (1990) o Michael Collins (1996)—, su elección de proyectos evidenció una afinidad con el cine comprometido, tanto histórica como emocionalmente. No ha buscado el protagonismo por el protagonismo mismo. Incluso cuando participó en superproducciones como Braveheart o Gangs of New York, su presencia sumaba autenticidad antes que espectacularidad.
Esa selección rigurosa de papeles no impidió que Gleeson también incursionara en el cine más popular, como demostró con su rol de Alastor “Ojoloco” Moody en la saga de Harry Potter. Pero incluso en ese entorno más comercial, su interpretación mantuvo una profundidad que lo distinguió del resto del reparto. Su trabajo no es decorativo ni funcional: siempre propone algo nuevo, siempre sugiere un mundo interno que el espectador debe descubrir.
La complicidad con Martin McDonagh y el cine irlandés moderno
Una parte fundamental de su trayectoria está marcada por su colaboración con el guionista y director Martin McDonagh. Juntos dieron forma a dos películas que ya son clásicos contemporáneos del cine irlandés: In Bruges (2008) y The Banshees of Inisherin (2022). En ambas, Gleeson compone personajes de una melancolía silenciosa, pero con una fuerza contenida que estalla en momentos precisos.
The Banshees of Inisherin le permitió reunirse nuevamente con Colin Farrell, su compañero en In Bruges, en una historia que mezcla la soledad, el absurdo y la aspereza del paisaje humano. La química entre ambos actores es uno de los puntos altos de ambas películas, pero en especial resalta la capacidad de Gleeson para transmitir emociones sin necesidad de recurrir al artificio. Su modo de habitar el silencio, de mirar, de hablar con cadencia pausada pero firme, ha generado admiración incluso entre sus pares.
Detrás del personaje: música, familia y vida privada
Fuera del set, Brendan Gleeson se muestra tan austero como sus interpretaciones. Vive en Dublín junto a su esposa Mary Weldon, con quien está casado desde 1982. Tienen cuatro hijos, dos de los cuales también se dedican a la actuación, como el reconocido Domhnall Gleeson.
Además del cine, su otra gran pasión es la música tradicional irlandesa. Toca el violín y el mandolín, y ha participado en sesiones musicales tanto en películas como en presentaciones públicas. En The Grand Seduction, por ejemplo, fue él mismo quien interpretó las partes musicales con su instrumento. La música, lejos de ser un pasatiempo, es para Gleeson una forma paralela de narrar, de habitar el tiempo y de dialogar con sus raíces culturales.
Una forma de entender el oficio
Gleeson no encarna al actor que busca reinventarse a través de artificios o excentricidades. Su transformación es interna, casi imperceptible, y parte siempre de un compromiso profundo con el texto, la historia y la dimensión humana de sus personajes. La pasión con la que aborda cada rol no se traduce en exageraciones ni despliegues superficiales. Por el contrario, radica en la contención, en la elección precisa de cada palabra y cada gesto.
Esa pasión también se refleja en su rechazo a la frivolidad del estrellato. Ha rechazado entrevistas, eventos y proyectos que no coincidan con su forma de entender el trabajo. A cambio, ha ofrecido interpretaciones memorables que quedan grabadas sin necesidad de campañas promocionales.
Una figura ineludible del cine contemporáneo
Brendan Gleeson representa un tipo de actor que se vuelve cada vez más infrecuente: el que prioriza el arte por sobre la exposición, el contenido por sobre el espectáculo, la verdad del personaje por encima del ego personal. Su carrera sigue creciendo, pero sin perder esa coherencia que lo ha llevado a ocupar un lugar de respeto entre directores, colegas y espectadores.
No es una celebridad; es un intérprete. Uno de los mejores que ha dado Irlanda en las últimas décadas, y un referente silencioso de lo que puede lograrse cuando el oficio se ejerce con entrega absoluta.